Necesidad de hacer crecer a cada uno según su propia forma de ser fue uno de los retos que vivió permanentemente. Su
mirada contemplativa le llevó a descubrir en toda persona humana “su capacidad de Dios” y a desear colaborar en “el
crecimiento del hombre a imagen de Dios”. Cada persona está llamada a realizar, en ella, esta imagen de Dios de manera
única e irrepetible.
Para Nicolás Barré estar al servicio de este crecimiento es la más maravillosa de las vocaciones: “Dilatad vuestros corazones
con una santa alegría considerando vuestra dicha y la excelencia de vuestra vocación”. El servicio al crecimiento
de la persona es fuerza transformadora de cada uno y de la sociedad, fuerza que es comunión con la fuerza transformadora
del Espíritu de Dios, de la que Nicolás Barré fue testigo permanente a lo largo de toda su existencia.
El objetivo de su vida y de su misión fue “tender únicamente a formar copias de Jesucristo y hacerlas semejantes al original”.
Es consciente que este crecimiento es obra del Espíritu de ahí que tanto él como sus maestras están llamados a actuar
con un total desinterés y confianza absoluta en Dios.
Nicolás Barré está fuertemente ligado a la corriente de la educación popular de su siglo. Dos serán los grandes ejes
que darán consistencia, fiabilidad y dimensión universal a su obra: la profesionalidad y una fuerte espiritualidad
centrada en Jesús. Otra línea maestra de nuestro gran pedagogo es pedir al educador que se esfuerce por hacer de
los niños y jóvenes los protagonistas de su propia educación. Es un educador exigente. Tiene la capacidad de convertir
las dificultades en verdaderas oportunidades al servicio de la persona.
Sabe por experiencia y así lo transmite a sus seguidoras y seguidores que lo que puede vencer al mal es el amor, la llamada
al gozo de las bienaventuranzas, el sí a la verdadera felicidad y así dice “El amor hace crecer más que el temor”.
Este amor se enraíza en una confianza absoluta en Dios y en un total Abandono en sus manos.
Toda la pedagogía de Nicolás Barré está impregnada de la contemplación del Misterio de la Encarnación y su realización
del hoy y aquí, por eso su pedagogía se basa en el amor, el amor al niño pobre y abandonado en el que él ve “doblemente
a Jesucristo” .
Nicolás Barré contemplando la grandeza y riqueza de los edificios religiosos de su tiempo expresa con el siguiente pensamiento
toda la mística de su pedagogía: “Instruir y educar es mucho más importante que construir catedrales”.
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